No siempre podemos compartir las vacaciones con nuestras mascotas y, en ocasiones, debemos barajar la opción de una residencia canina donde nuestro perro reciba los cuidados adecuados mientras estamos ausentes.
Puede ser muy duro dejar a nuestro amigo durante tanto tiempo, pero una buena elección y unas sencillas pautas harán que el animal viva su estancia en la residencia como si de un campamento de verano se tratara.
Es cierto que cada vez es más sencillo viajar con nuestras mascotas. Sin embargo, hay veces que no pueden acompañarnos y debemos plantearnos dónde y con quién dejarlas hasta nuestro regreso. La Navidad puede suponer un problema si tenemos que viajar a casa de algún familiar que no acepta animales o si los hoteles donde queremos alojarnos no admiten mascotas.
Para el buen amo, es imperativo saber que su perro recibirá los cuidados adecuados y que no le faltará de nada durante su ausencia. Para ello existen las residencias caninas, una opción que no sólo ha contribuido a la tranquilidad de los dueños sino también a la disminución del número de abandonos.
En principio, puede resultarnos difícil dejar a nuestro perro en un establecimiento de este tipo y es cierto que él puede entristecerse, pues verá alterada su vida y nos echará de menos en el sentido de que añorará las actividades que realiza con nosotros y la rutina de su hogar. Sin embargo, en cuanto salga a pasear y a jugar con otros perros se olvidará de todo. Muchos dueños encuentran que, a su regreso, el animal no quiere marcharse de la residencia a pesar de ser el rey de la casa.
Su estancia en la residencia no tiene por qué ser un drama
Una buena manera de conseguir que para tu perro sea más fácil su estancia en la residencia, es llevarle un par de veces antes de su alojamiento vacacional para comprobar que se adapta bien al lugar. Con ello, el perro conocerá las instalaciones y a sus futuros compañeros y nosotros aprovecharemos para ver cómo funcionan los servicios y el personal.
Para que supere más rápidamente los primeros días, podemos dejarle sus juguetes favoritos y una prenda con nuestro olor; de esta manera, sentirá un poco menos el abandono. Otra de las recomendaciones es que no le cambiemos su pienso. Si en la residencia no disponen del que suele comer nuestro animal, lo mejor es que llevemos la cantidad adecuada. Cuanto menos variemos sus hábitos mejor se acostumbrará a su lugar de vacaciones y, además, en perros sensibles, un cambio brusco en su alimentación puede provocar problemas estomacales.
No debemos olvidarnos de explicar al personal todo lo que consideremos importante. Cuanta más información les proporcionemos mejor comprenderán a nuestra mascota: si es obediente, si puede jugar con otros perros o se pelea, si tiene tendencia a perseguir todo lo que se mueve… y, sobre todo, si necesita algún cuidado especial o algún tipo de medicamento.
Para futuras estancias, lo mejor es no cambiar de residencia si hemos quedado satisfechos puesto que así haremos que las sucesivas visitas sean menos traumáticas.
Yo no soy partidaria de llevar a los perris a las residencias, tal vez piense así porque por suerte siempre he tenido a algún familiar a quien no le ha importado quedarse con mi mascota cuando lo he necesitado y no me he visto en esa necesidad desesperada, pero la verdad yo lo evitaría a toda costa porque nunca me ha gustado, un perro está ahí para lo bueno y para lo malo y no veo justo cambiarle todas sus costumbres así de repente, ellos tienen que sufrirlo mucho.
Las residencias pueden considerarse como el último recurso pero, desde luego, es preferible que las tengamos en cuenta y que el perro esté alojado una o dos semanas antes que plantearse una solución desesperada.