Al final has cedido y has aceptado que tus hijos tengan un perro (quien no lo haya hecho que tire la primera piedra) a pesar de que sabes que todo el trabajo recaerá en ti por mucho que te prometan que serán ellos quienes lo cuiden.
Los aspectos positivos de crecer junto a una mascota son incuestionables pero, para que realmente calen en la educación de nuestros hijos, debemos involucrarles lo máximo posible en su cuidado y establecer un modelo de convivencia adecuado.
Los perros son las mascotas más demandadas por los niños que establecen con ellos una relación de camaradería. Son compañeros de travesuras y ambos disfrutarán de sus juegos. El niño encontrará un cómplice siempre dispuesto y alegre y el animal será un compinche encantado y muy paciente con sus diabluras, además de que se convertirá en su confidente y amigo. Sin embargo, para que la relación sea sana, tendremos que supervisar sus primeros encuentros y enseñar a ambos cómo deben tratarse.
Respetar al perro conociéndole
Antes de nada, los padres deben saber qué necesidades y cuidados tendrá el perro que vayan a adquirir. Esto es muy importante porque, además de que el niño demandará información y debemos estar preparados para proporcionársela, también sabremos cómo explicarle por qué no debe darle comida de su plato o por qué no es un buen momento para jugar.
Cuando los niños son muy pequeños, la convivencia puede ser un poco más complicada pues la delicadeza no es una de sus virtudes. Tirarán al perro de las orejas, del rabo, le cogerán sin cuidado… Por ello, es fundamental que sus juegos estén supervisados por un adulto en todo momento. Es verdad que los perros hacen gala de una paciencia infinita con los niños, pero todo tiene un límite. Además, los cachorros también deben ser educados y aprender a controlar su mordida, su vitalidad, en definitiva, a socializarse.
Supervisa sus juegos
Un buen método es reservar un horario determinado para que ambos jueguen. El niño lo esperará con impaciencia y aprenderá a valorar este momento al mismo tiempo que nosotros podremos enseñarle cómo hay que tratar a un animal. Le explicaremos que, al igual que él, el perro es un ser vivo al que también le duele que le tiren del pelo o de las orejas o que le agarren sin miramientos. Por otro lado, debe entender que el animal necesita sus periodos de descanso y soledad que deberá respetar, al igual que su espacio.
Es común que muchos padres se relajen ante la presencia de un cachorro pues creen que éste no puede dañar a los niños. Pero, por muy pequeño que sea el perro, sus dientes son como agujas y sus uñas pueden herirles. Hay que tener cuidado y no dejar nada al azar pues se trata de que la experiencia de tener una mascota sea educativa tanto para los niños como para el perro. El secreto es establecer una buena base para que nuestros hijos crezcan en el respeto hacia sí mismos, hacia sus semejantes y hacia los animales.
Me ha gustado mucho este artículo, a veces por ignorancia no se valora lo positivo que es que un niño crezca en un entorno con mascota y por desgracia son muchas de ellas las que sufren el abandono con la llegada de un bebé a casa.
Es cierto, conozco casos pero reconozco que en casa nuestro perro ha sido muy bueno siempre con la llegada de los niños, hay que darle su sitio y no olvidarnos que es uno más. Y ni que decir tiene que jugar con ellos es beneficioso para perros y niños.
Que los perros se relacionen con animales es una de las mejores maneras de educar a nuestros hijos en el respeto por la vida y por los seres vivos. Este trato les hace más humanos y condescendientes. Quizá menos egoístas…
A mí me parece importantísimo crecer junto a una mascota. Aporta valores, disciplina y responsabilidad.